viernes, 28 de febrero de 2014

SENOS LATINOS


SENOS LATINOS


MI ALMA ES FANTASTICA..., 
SOÑADORA...,
 LIBRE Y VIAJERA...,
ME ENVUELVE COMO UNA NUBE DE LOCURA PASAJERA.

ESCUCHO A LO LEJOS LA MUSICA DEL MAR
Y

VOY A EL ...
PASEANDO POR LOS SENDEROS OSCUROS AROMATIZADOS DE FLORES.

MIS PIES DESNUDOS SIENTEN LA CALIDA ARENA.

LOS SENTIDOS DE MI CUERPO
 ACARICIAN EL SUEÑO DE MIS FERVOROSOS SENOS LATINOS .
ME ARRULLE...
VIBRE...
 CANTE...,
MIRE Y...
 AHOGADAMENTE GRITE!!!

ME ADORMECE EL ORO DEL CREPUSCULO...,
Y DESPARECIERON LAS AVES QUE ME ESPIARON SIN DESTINO.
MIENTRAS LA LUNA NUEVA SUBE AL AZULINO CIELO.

miércoles, 26 de febrero de 2014

UN BESO DE VICENTE BLASCO I.

Un beso[Cuento. Texto completo.]Vicente Blasco Ibáñez
Esto ocurrió a principios de septiembre, días antes de la batalla del Marne, cuando la invasión alemana se extendía por Francia, llegando hasta las cercanías de París.El alumbrado empezaba a ser escaso, por miedo a los «taubes», que habían hecho sus primeras apariciones. Cafés y restoranes cerraban sus puertas poco después de ponerse el sol, para evitar las tertulias del gentío ocioso, que comenta, critica y se indigna. El paseante nocturno no encontraba una silla en toda la ciudad; pero a pesar de esto, la muchedumbre seguía en los bulevares hasta la madrugada, esperando sin saber qué, yendo de un extremo a otro en busca de noticias, disputándose los bancos, que en tiempo ordinario están vacíos.
Varias corrientes humanas venían a perderse en la masa estacionada entre la Magdalena y la plaza de la República. Eran los refugiados de los departamentos del Norte, que huían ante el avance del enemigo, buscando amparo en la capital.
Llegaban los trenes desbordándose en racimos de personas. La gente se sostenía fuera de los vagones, se instalaba en las techumbres, escalaba la locomotora, Días enteros invertían estos trenes en salvar un espacio recorrido ordinariamente en pocas horas. Permanecían inmóviles en los apartaderos de las estaciones, cediendo el paso a los convoyes militares. Y cuando al fin, molidos de cansancio, medio asfixiados por el calor y el amontonamiento, entraban los fugitivos en París, a media noche o al amanecer, no sabían adónde dirigirse, vagaban por las calles y acababan instalando su campamento en una acera, como si estuviesen en pleno desierto.
* * * * *
La una de la madrugada. Me apresuro a sentarme en el vacío todavía caliente que me ofrece un banco del bulevar, adelantándome a otros rivales que también lo desean.
Llevo cuatro horas de paseo incesante en la noche caliginosa. Sobre los tejados pasan las mangas blancas de los reflectores, regleteando de luz el ébano del cielo. Contemplo, con la satisfacción de un privilegiado, a la muchedumbre desheredada que se desliza en la penumbra lanzando miradas codiciosas al banco. El reposo me hace sentir todo el peso de la fatiga anterior. Reconozco que si los hulanos apareciesen de pronto trotando por el centro de la calle, no me movería.
Una pierna me transmite su calor a través de una tenue faldamenta de verano. Me fijo en mi vecina, muchacha de las que siguen viniendo al bulevar por costumbre, pero sin esperanza alguna, pues el tiempo no está para bagatelas.
Tiene la nariz respingada, los ojos algo oblicuos, y un hociquito gracioso coronado por un sombrero de cuatro francos noventa. El cuerpo pequeño, ágil y flaco, va envuelto en un vestido de los que fabrican a centenares los grandes almacenes para uniformar con elegancia barata a las parisienses pobres. Por debajo de la falda asoman unas pezuñitas de terciopelo polvoriento. Sonríe con un esfuerzo visible, frunciendo al mismo tiempo las cejas. Se adivina que es una mujer ácida, de las que «hacen historias» a los amigos; una especie de calamar amoroso, que esparce en torno la amarga tinta de su mal carácter.
Conversa con una respetable matrona que vuelve llorosa de la estación de despedir a su hijo, que es soldado. Junto a ella está una hija de catorce años, mirando a la vecina con ojos curiosos y admirativos. Los que ocupan el resto del banco dormitan con la cabeza baja o sueñan despiertos contemplando el cielo.
La burguesa, al hablar, gratifica a la muchacha ácida con un solemne “Madame”. Hace un mes habría abandonado el asiento, a pesar de su cansancio, para evitarse tal vecindad. ¡Pero ahora!... La inquietud nos ha hecho a todos bien educados y tolerantes. París es un buque en peligro, y sus pasajeros olvidan las preocupaciones y rencillas de los días de calma, para buscarse fraternalmente.
Sigo su conversación fingiéndome distraído. La madre es pesimista. ¡Maldita guerra! Parece que las cosas marchan mal. Le van a matar al hijo; casi está segura de ello; y sus ojos se humedecen con una desesperación prematura. Los enemigos están cerca; van a entrar en París «como la otra vez».... Pero la joven malhumorada muestra un optimismo agresivo.
-No, no entrarán, “Madame”... Y si entran, yo no quiero verlo, no me da la gana; no podría. Me arrojaré antes al Sena... Pero no; mejor será que me quede en mi ventana, y al primero que entre en la calle le enviaré...
Y enumera todos los objetos de uso íntimo que piensa emplear como proyectiles. Vibra en ella la resolución absurdamente heroica de los insensatos gloriosos que protestan para hacerse fusilar.
Algo pasa por la acera que interrumpe estos propósitos desesperados. Avanza lentamente un matrimonio de viejos: dos seres pequeñitos, arrugados, trémulos, que se detienen un momento, respiran con avidez, gimen e intentan seguir adelante. Ella, vestida de negro, con una capota de plumajes roídos por la polilla, se muestra la más animosa. Es enjuta y obscura; sus miembros, flacos y nudosos, parecen sarmientos trenzados. Se pasa de mano a mano una maleta que tira de ella con insufrible pesadez, encorvándola hacia el suelo.
A pesar de su cansancio, intenta auxiliar al hombre, que es una especie de momia. Su cabeza de pelos ralos aún parece más grande moviéndose sobre un cuello cartilaginoso, del que surgen los ligamentos con duro relieve. Los dos son de una vejez extremada; parecen escapados de una tumba. Les atormentan los paquetes que intentan arrastrar; caminan tambaleándose, como la hormiga que empuja un grano superior a su estatura. En este cansancio aplastante se adivina un nuevo suplicio, el de ir vestidos con las ropas guardadas durante muchos años para las grandes ceremonias de la vida: ella con falda de seda dura y crujiente; él puesto de levita y paletó de invierno.
El viejo deja caer el fardo que lleva en los brazos, y luego se desploma sobre este asiento improvisado.
-No puedo más... Voy a morir.
Gime como un pequeñuelo. Su pobre cabeza de ave desplumada se agita con el hipo que precede al llanto.
-Valor, mi hombre... Tal vez no estamos lejos. ¡Un esfuerzo!
La viejecita quiere mostrarse enérgica y contiene sus lágrimas. Se adivina que en la casa que dejaron a sus espaldas era ella la dirección, la voluntad, la palabra vehemente. Su diestra escamosa, abandonando a la otra mano todo el peso de la maleta, acaricia las mejillas del viejo. Es un gesto maternal para infundirle ánimo; tal vez es un halago amoroso que se repite después de un paréntesis de medio siglo. ¡Quién sabe! ¡La guerra ha despertado tantas cosas que parecían dormidas para siempre!...
Yo me imagino el infortunio de esos dos seres que representan ciento setenta años. Son Filemón y Baucis, que acaban de ver su apergaminado idilio roto por la invasión. Tienen el aspecto de antiguos habitantes de la ciudad que han ido a pasar el resto de su existencia en el campo, dejándose cubrir por las petrificaciones ásperas y saludables de la vida rústica. Tal vez fueron pequeños tenderos; tal vez ganó él su retiro en una oficina. Cuando no existían aún los hombres maduros del presente, se refugiaron los dos en esta felicidad mediocre, en este aislamiento egoísta soñado durante largos años de trabajo: una casita rodeada de flores, con algunos árboles; un gallinero para ella, un pedazo de tierra para él, aficionado al cultivo de legumbres.
Entraron en este nirvana burgués cuando los ferrocarriles eran menos aún que las diligencias, cuando la humanidad soñaba a la luz del petróleo, cuando un despacho telegráfico representaba un suceso culminante en una vida... Y de pronto, el miedo a la invasión alemana, que suprime un pueblo en unas cuantas horas, les ha impulsado a huir de una vivienda que era a modo de una secreción de sus organismos. Luego se han visto en París, aturdidos por la muchedumbre y por la noche, desamparados, no sabiendo cómo seguir su camino.
-Valor, mi hombre -repite la esposa.
Pero tiene que olvidarse de su compañero para dar gracias, con una cortesía de otros tiempos, a alguien que le toma la maleta e intenta levantar al viejo. Es la muchacha ácida, que da órdenes y empuja con irresistible autoridad. Ahora reconozco que no lo pasará bien el primer hulano que entre en su calle. Con un simple ademán limpia de gente una parte del banco, para que se instalen con amplitud los dos ancianos.
Queda espacio libre, pero yo me guardo bien de volver a sentarme. No quiero recibir un bufido con acompañamiento de varios nombres de pescados deshonrosos. Sin duda la presencia de estos viejos ha resucitado en la memoria de la muchacha la imagen de otros viejos largamente olvidados.
La trémula Baucis da explicaciones. Dos días en ferrocarril. Han huido con todo lo que pudieron llevarse. Su última comida fue en la tarde del día anterior; pero esto no les aflige: los viejos comen poco. Lo que les aterra es el cansancio. Llegaron a las diez: ni un carruaje, ni un hombre en la estación que quisiera cargar con sus paquetes. Todos están en la guerra. Llevan tres horas buscando su camino.
-Tenemos en París unos sobrinos -continúa la anciana.

Pero se interrumpe al ver que Filemón se ha desmayado, precisamente ahora que descansa. Los curiosos del bulevar, que esperan siempre un suceso, se aglomeran en torno del banco. La protectora empuja e insulta, sin dejar de ocuparse de los viejos.

-¿Y viven cerca los parientes?
-Plaza de la Bastilla -contesta Baucis, que no sabe dónde está la plaza.
Un murmullo de tristeza; un gesto de lástima. Todos miran el extremo del bulevar, que se pierde en la noche. ¡Tan lejos!... ¡No llegarán nunca! Circulan pocos automóviles; solo de vez en cuando pasa alguno.
Los brazos de la bienhechora trazan imperiosos manoteos; su voz intenta detener a los vehículos que se deslizan veloces. Carcajadas o palabras de menosprecio contestan a sus llamamientos, y ella, indignada contra los chófers insolentes, da suelta al léxico de su cólera, intercalando con frecuencia la frase más célebre de Waterloo.
Cuando transcurren algunos minutos sin que pasen vehículos, vuelve al lado de los viejos para animarlos con su energía. Ella los instalará en un carruaje; pueden descansar tranquilos.
De pronto salta en medio del bulevar. Viene mugiendo un automóvil del ejército, desocupado y enorme, a toda fuerza de su motor. El soldado que lo guía cambia de dirección para no aplastar a esta desesperada que permanece inmóvil, con los brazos en alto.
Su prudencia resulta inútil, pues la mujer, moviéndose en igual sentido, marcha a su encuentro. La multitud grita de angustia. Con un violento tirón de frenos, el automóvil se detiene cuando su parte delantera empuja ya a esta suicida. Debe haber recibido un fuerte golpe.
El chófer, un artillero de pelo rojo y aspecto campesino, que lleva sobre el uniforme un chaquetón de caucho, increpa a la muchacha, la insulta por el sobresalto que le ha hecho sufrir. Ella, como si no le oyese, le dice con autoridad, tuteándole:
-Vas a llevar a estos dos viajeros. Es ahí cerca, a la Bastilla.
La sorpresa deja estupefacto al soldado. Luego ríe ante lo absurdo de la proposición. Va de prisa, tiene que entrar en el cuartel cuanto antes. Le grita que se aleje, que salga de entre las ruedas. Ella afirma que no se moverá, e intenta tenderse en el suelo para que el vehículo la aplaste al ponerse en marcha.
El artillero jura indignado, tomando por testigos a los curiosos. Esto no es serio; le van a castigar; el cuartel... los oficiales... Pero ella está ya en el pescante, inclinando hacia el conductor su rostro ceñudo, esforzándose por encontrar un gesto de graciosa seducción.
-Yo te recompensaré. Llévalos y te daré un beso.
Sonríe el soldado débilmente, mirándola a la cara para apreciar el valor del ofrecimiento. No es gran cosa, pero ¡qué diablo! un beso siempre resulta agradable.
La gente ríe y palmotea, y la muchacha, mientras tanto, se aprovecha de esta situación para instalar a los viejos en el vehículo con todos sus paquetes.
El chófer pone en movimiento su motor.
-Gracias, Madame -dice lloriqueando Baucis, mientras Filemón articula gemidos de gratitud.
Pero “Madame” no les oye, ocupada en depositar dos besos sonoros en las mejillas del artillero, brillantes y ennegrecidas por la grasa de los engranajes. «Toma... toma.»
Se aleja el automóvil y se deshacen los grupos. Las pezuñitas de terciopelo vuelven hacia el banco. Una de ellas cojea dolorosamente. Siento la tentación de besar también, de besar a la muchacha ácida; pero me inspira miedo.

LAGRIMAS Y RISAS DE J. GIBRAN

Lágrimas y risas[Cuento. Texto completo.]Gibrán Jalil Gibrán

Una noche, a orillas del Nilo, una hiena se encontró con un cocodrilo. Ambos se detuvieron y se saludaron. La hiena dijo:
-¿Cómo vas pasando el día, Señor?
-Muy mal -respondió el cocodrilo-. A veces, en mi dolor y tristeza, lloro. Y entonces las criaturas dicen: "Son lágrimas de cocodrilo". Y eso me hiere mucho más de lo que podría contar.
Entonces la hiena dijo:
-Hablas de tu dolor y de tu tristeza, pero, piensa por un momento en mí. Contemplo la belleza del mundo, sus maravillas y sus milagros y, llena de alegría, río, como ríen los días. Y los pobladores de la selva dicen: "No es sino la risa de una hiena".
FIN

DESNUDO ARTISTICO.


jueves, 20 de febrero de 2014

AL CALOR DEL VERANO.

Ramo de Flores Margaritas Blancas

AL CALOR DEL VERANO 

AL CALOR DE UN VERANO
me asomé a la ventana. La luz se desfilaba ceniza entorno a mí. La tarde caía irremediablemente lánguida. Me dije que eso era imposible pues en mis manos cantaban mil veranos. Sin embargo, las farolas en la calle se iban encendiendo al unísono que los candiles taciturnos. Quise mirar mi reloj pero, por alguna extraña razón, no lo llevaba puesto aunque su huella estaba en mi muñeca descolorida. Entonces, decidí abrir de par en par la cristalera y buscar los últimos rayos de sol cuando se convierten en sangre antes de morir en el horizonte. Ya era tarde, tampoco estaban.
La nostalgia vino a buscarme. No era admisible que julio, agosto, incluso junio, hubieran volado sin haberme mojado en sus aguas, sin oler el aroma del salitre al chocar con la roca, la fragancia del heno en los campos, o el miasma de mi lluvia.
Me senté a esperar mientras la noche me tragaba. Tenía frío, la soledad me comía, y el silencio era tan lúgubre que quise llorar. Inútil: las lágrimas estaban secas.
Me quedé soñando aunque mis párpados no se apagaban. Me vi entre las olas reír y correr tras mis amores. Me sentí divertida y brillante despojándome de falsos tabúes que me aprisionaban. Miraba a la vida con ganas de habitarla hasta el último suspiro, y anidar en los brazos de mis pasiones las ansias de volar.
Luego llegó la imagen del jardín donde colgaba la buganvilla y mi madre regaba sus geranios. Mi hijo dormía flácidamente en la cuna. Me aproximé y contemplé su rostro chiquito, tan dulce y bello como el estío aquel en que se me escapó… ¿qué perdí? No lo recuerdo.
Despierto al fin, y noto sobre mí el paso acelerado de alguien a quien no conozco. Siento el temor de la irrealidad, pero cuando la congoja llega a desnutrir mis esperanzas, advierto que llegas tú con un ramillete de flores blancas. No sé cuál me enternece más, si el detalle de las margaritas o tu rostro sembrado de penas. Trato de acariciarte pero entonces, me doy cuenta de mi verdad más absoluta: soy polvo y éste, no tiene veranos...

VICTOR JARA


Biografía de Víctor Jara

Fundación Victor Jara


Víctor nace el 28 de Septiembre de 1932 de padres campesinos: Manuel, inquilino. Amanda, cantora.
Su infancia transcurre en Lonquén, localidad cercana a la capital y su juventud en Santiago, en la Población Nogales.
A la muerte de su madre ingresa al Seminario Redentorista de San Bernardo. Permanece allí por poco más de un año.
No posee formación musical académica: Su madre le enseña a tocar guitarra. En el Seminario aprende Canto Gregoriano.
En 1953, a los 21 años, integra el Coro de la Universidad de Chile; participa en el primer montaje de "Carmina Burana" e inicia su trabajo de recopilación e investigación folklórica en terreno.
1956: Ingresa a la Compañía de Mimos de Noisvander.
Entre 1956 y 1962 estudia Actuación y, posteriormente, Dirección en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Participa, como alumno, en diversas producciones de la Compañía del Instituto de Teatro de la misma Universidad, Ituch.
En 1957, se integra al conjunto de Cantos y Danzas Folklóricas "Cuncumén", creado a raíz de unos cursos de temporada dictados por Margot Loyola. Tiene, también, sus primeros contactos con Violeta Parra, quien lo incita a seguir cantando.
En 1959, con 27 años de edad, tiene su primera experiencia en Dirección Teatral: dirige "Parecido a la Felicidad" de Alejandro Siveking. Viaja con la obra por Argentina, Uruguay, Venezuela y Cuba.
Violeta Parra lo incita a seguir cantando
En este mismo año graba para el sello Emi-Odeón, cantando como solista del "Cuncumén", dos villancicos que le fueran entregados por Violeta Parra.

1960: Asiste en la Dirección a Pedro de la Barra en el montaje de "La Viuda de Apablaza" de Germán Luco Cruchaga, para el Ituch. Posteriormente, dirige "La Mandrágora" de Machiavello.
En 1961 y en calidad de Director Artístico del conjunto, viaja con el "Cuncumén" por Holanda, Francia, Unión Soviética, Checoeslovaquia, Polonia, Rumania y Bulgaria.
Compone "Paloma Quiero Contarte", canción que marca el inicio de su trabajo de creación musical y poética.
Es, también, Asistente de Dirección de Agustín Siré en el montaje de "La Madre de los Conejos" de Alejandro Sieveking.
1962: Egresa de la carrera de Dirección Teatral y dirige "Animas de Día Claro" de Alejandro Sieveking para la compañía del Ituch.
Graba "Paloma Quiero Contarte" y "La Canción del Minero", contenidas en el Lp "Folklore Chileno" del grupo "Cuncumén" para el sello Emi-Odeón.
Entre 1963 y 1968 se desempeña como Director de la Academia de Folklore de la Casa de la Cultura de Ñuñoa.
Entre 1963 y 1970 forma parte, también, del equipo estable de Directores del Instituto del Teatro de la Universidad de Chile, Ituch.
En el año 1963 es Asistente de Dirección de Atahualpa del Cioppo en el montaje de "El Círculo de Tiza" de Bertol Brecht, para el Ituch. El mismo año dirige: "Los Invasores" de Egon Wolf, para el Ituch: "Parecido a la Felicidad" de Alejandro Sieveking, para Canal 9 de Televisión de la Universidad de Chile; y "Dúo" de Raúl Ruiz, para la Compañía de Los Cuatro.
Entre 1964 y 1967 ejerce como profesor de Actuación en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile.
En el 64, vuelve a montar "Animas de Día Claro" de Alejandro Sieveking con el Ituch y la lleva de gira por la Argentina, Uruguay y Paraguay.
En 1965: Compone la música y dirige la obra "La Remolienda" de Alejandro Sieveking, para el Ituch. Dirige el montaje de "La Maña" de Ann Jellicoe, para el Ictus. Recibe el premio "Laurel de Oro" como mejor Director del año por el montaje de las dos obras señaladas y el premio de "La Crítica" del Círculo de Periodistas a "La mejor Dirección del Año", otorgado por el montaje de "La Maña".
Entre 1966 y 1969 es Director Artístico del conjunto Quilapayún. Y entre 1966 y 1970, actúa como solista en "La Peña de los Parra".
En el año 1966: dirige "La Casa Vieja" de Abelardo Estorino, para el Ituch; Asiste en la Dirección a William Oliver en el montaje de la obra "Marat Sade" de Peter Weiss, también para el Ituch; vuelve a montar y dirigir En 1966 grabo si primer LP
"La Remolienda" de Alejandro Sieveking, esta vez, para Canal 9 de Televisión de la Universidad de Chile. 1966 es además el año de la aparición de su primer Lp como solista. Lo edita el sello "Arena" con el título "Víctor Jara".

Al año siguiente, 1967, es el sello Emi-Odeón el que edita el Lp "Víctor Jara" y "Canciones Folklóricas de América", junto a Quilapayún. En el ámbito teatral, monta nuevamente "La Remolienda". Es invitado a Inglaterra, en su calidad de Director Teatral, por el Consejo Británico. Recibe el premio de "La Crítica" por su dirección en la obra "Entretenimiento a Mr. Sloane" y el Disco de Plata del Sello Emi-Odeón.
1969 Dirige el montaje de la obra "Viet-rock" de Megan Terry, para el Ituch; y "Antígonas" de Sófocles para la Compañía de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Profesor invitado en dicha Escuela de Teatro.
Gana el Primer Premio en el "Primer Festival de la Nueva Canción Chilena" con el tema "Plegaria a un Labrador". Viaja a Helsinki invitado a cantar en un Mitin Mundial de Jóvenes por Vietnam que se realiza en la capital de Finlandia. El sello Dicap edita su Lp "Pongo en tus Manos Abiertas".
1970: Es invitado a la Conversación Internacional de Teatro, en Berlín. Participa en el Primer Congreso de Teatro Latinoamericano de Buenos Aires. Renuncia al Instituto de Teatro de la Universidad de Chile para realizar recitales por todo el país, en el ámbito de la campaña electoral de la Unidad Popular. Emi-Odeón edita un nuevo Lp suyo: "Canto Libre".
Es Embajador Cultural del Gobierno
de la Unidad Popular En el año 1971 trabaja intensamente con el compositor Celso Garrido Lecca en la música para el ballet "Los Siete Estados", de Patricio Bunster, para el Ballet Nacional. Ingresa, junto a Isabel Parra e Inti-Illimani, al
Departamento de Comunicaciones de la Universidad Técnica del Estado. En calidad de Embajador Cultural del Gobierno de la Unidad Popular, realiza una gira de recitales y programas de televisión por México, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Perú y Argentina. Es editado, por el sello Dicap, su Lp "El Derecho de Vivir en Paz". Obtiene el premio "Laurel de Oro" como el mejor compositor del año.

En los años 1972 y 1973, compone la música de continuidad para Televisión Nacional de Chile.
Durante 1972: investiga y recopila testimonios en la población "Hermida de La Victoria" los que forman parte de su Lp "La Población" para el sello Dicap. Realiza una gira musical por la Unión Soviética y Cuba. Es invitado al Congreso de Música Latinoamericana organizado por "La Casa de las Américas", en La Habana. Dirige el homenaje a Pablo Neruda, en el Estadio Nacional, al regreso del poeta a Chile, luego de recibir el Premio Nobel.
Es invitado por los campesinos de Ranquil para crear una obra musical acerca del lugar. Se incorpora a los trabajos voluntarios con ocasión de la huelga de los camioneros que busca paralizar al país.
En 1973: participa en la campaña electoral parlamentaria, realizando conciertos en favor de los candidatos de la Unidad Popular. Dirige y participa como cantante en un ciclo de programas de televisión en contra de la Guerra Civil y Fascismo, acogiendo el llamado hecho, en ese sentido, por Pablo Neruda.
Realiza un gira de conciertos en Perú, patrocinado por el Instituto Nacional de Cultura de Lima. Trabaja en la grabación de sus últimas composiciones para 2 Lps que no alcanzaron a ser editados. Graba el Lp "Canto por Travesura", recopilación del folklore picaresco de Chile, que no alcanzó a salir a la venta.
11 de Septiembre de 1973: Víctor se dirige a la Universidad Técnica del Estado, su lugar de trabajo, donde cantaría en la inauguración de una exposición, desde la cual se dirigiría al país el Presidente Allende. Los militares rodean el recinto universitario ingresando a él el día siguiente, tomando detenidos a todos los profesores y alumnos que se encontraban en su interior.
Víctor Jara es llevado al Estadio Chile y torturado.
Muere acribillado el 16 de Septiembre, pocos días antes de cumplir 41 años.
Su cuerpo es encontrado en la morgue como NN.

lunes, 17 de febrero de 2014

UN POEMA PARA MONICA.



ERES…Un poema para Mónica N. Suhurt


Eres brisa fresca de abril y de mayo,
de la enredadera el delgado tallo,
... la rosa temprana de la primavera
y el alma blanca se sigue mi vera.

Eres el encanto del verbo y el pronombre
y Mónica Nélida es tu dulce nombre,
eres el vergel de lo más sagrado,
tu eres el timón y yo soy el arado…

Eres ese mar de mis tempestades,
eres lo mas grande de mis amistades,
la belleza pura que hay en tu alma,
la blanca ternura del sauce y la palma.

Eres lo sutil, eres lo encomiable,
la razón mas pura y eres la pureza,
eres ese cielo lleno de grandeza
y eres siempre de lo más amable.

Eres el paisaje tranquilo del campo,
el canto sublime del ave canora…
eres una hermosa y una gran señora
que todo lo que toca lo llena de encanto.

Eres del otoño la hoja caediza
porque por tu edad eres una niña,
la rosa silvestre que hay en la campiña
y eres la mujer enamoradiza.

De la primavera eres el perfume
de la noche fresca eres el rocío
y tu corazón ese si es enorme
porque nunca guarda ni penas ni hastío…

EL CARTERO DE NERUDA






"DESNUDA ERES TAN SIMPLE COMO UNA DE TUS MANOS, LISA, TERRESTRE, MÍNIMA, REDONDA TRANSPARENTE, TIENES LINEAS DE LUNAS, CAMINOS DE MANZANA.

DELGADA ERES COMO EL TRIGO DESNUDO.
DESNUDA ERES COMO EL AZUL DE LA NOCHE EN CUBA, TIENES ENREDADAS ESTRELLAS EN EL PELO.

DESNUDA ERES ENORME Y AMARILLA
COMO EL VERANO DE UNA IGLESIA DE ORO"
:
EL CARTERO DE . NERUDA.


♪ MÁS ALLÁ DEL CIELO - YO TE VOY A AMAR

QUIERO SER GAVIOTA.

QUIERO SER GAVIOTA
Y VOLAR, VOLAR, VOLAR MUCHO...,
POR LOS GRANDES OCÉANOS.

QUISIERA DETENERME...,
SOLO CUANDO ME ENCUENTRES
Y SEPAS CUANTO TE AMO.
 ESTE SENTIMIENTO ACABARA SOLO CUANDO MIS ALAS  LE QUITEN LA VIDA A MI CORAZÓN.

miércoles, 12 de febrero de 2014

EXPRESATE CON NERUDA...EL DIA DE SAN VALENTIN




EN EL DIA, DE LOS ENAMORADOS, DE LOS NOVIOS, DEL AMOR Y DE LA AMISTAD.
RECUERDA  LAS MEJORES

FRASES DE AMOR DE NERUDA:
  • Si nada nos salva de la muerte, por lo menos que el amor nos salve la vida.
  • Amor, cuantos caminos hasta llegar a un beso, ¡Que soledad errante hasta tu compañía!
  • El amor nace del recuerdo, vive de la inteligencia y muere por el olvido.
  • Conocer el amor de los que amamos es el fuego que alimenta nuestras vidas.
  • Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas.
  • Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste y te siento lejana.
  • Como sabría amarte mujer, cómo sabría amarte, amarte como nadie supo jamás, morir y todavía amarte más. Y todavía amarte más y más.
  • Mi amor tiene dos vidas para amarte. Por eso te amo cuando no te amo y por eso te amo cuando te amo.
  • Me moriré besando tu loca boca fría, abrazando el racimo perdido de tu cuerpo, y buscando la luz de tus ojos cerrados.
  • En un beso sabrás todo lo que he callado.
  • El amor no se mira, se siente, y aún más cuando ella está junto a ti.
  • Amo el amor que se reparte en besos, lecho y pan. Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz. Amor que quiere libertarse para volver a amar. Amor divinizado que se acerca, amor divinizado que se va.

ANGEL DE SALUDOS

viernes, 7 de febrero de 2014